Huele a podrido en España, querido Hamlet

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«Algo huele a podrido en Dinamarca«. Es una frase hecha que le decía el fiel Marcelo a Hamlet en la obra de Shakespeare. Si alguien llegara a España estos días y leyera un periódico podría decir lo mismo de nuestro país. «Huele a podrido en España».

Todo está corrupto. Los españoles hemos asumido la corrupción como algo natural y consustancial a nuestra propia forma de ser. Un primo que defraudó a Hacienda, un médico que consigue unas vacaciones gratis en Cancún gracias a un representante farmacéutico; quién no le ha dicho al fontanero «no me pongas IVA» para ahorrarte diez euros. Quién no ha dado por hecho que el que manda «se lo ha llevao calentito». Quién no conoce a alguien que dio un pelotazo urbanístico. La corrupción y la erótica del fraude es en España un denominador común.

Pero los españoles no soportamos que se nos echen a la cara los ejemplos de corrupción con nombres y apellidos. No consentimos que ‘lo que todos sabemos’ se nos cuente con pelos y señales. Y menos ahora, en tiempos en los que hay hambre, no hay trabajo y no podemos admitir que las diferencias sociales entre ricos y pobres sean entre políticos y «gente normal».

Hablamos ya con una naturalidad insultante de casos como el ‘Barcenasgate’, de sobres con sobresueldos, de los ERE de Andalucía, de cuentas en Suiza, de pelotazos bancarios, de Palma Arena, Nóos, Caso Astapa, Malaya, Mercasevilla, Operación Poniente, Unió Mallorquina, Voltor, Andratx, Caja Castilla-La Mancha, Caso Palau, Operación Mercurio, trama de las ITV catalanas, caso Pretoria, Operación Campeón, Caso Pokémon, investigación Baltar, Caso Gürtel, Conde Roa, caso Umbra, Caso Emarsa, Operación Brugal o la investigación a Carlos Fabra.  Casos que saltan a los medios como arma arrojadiza entre políticos a los que hay que sumar los cientos que no son vox pópuli. En total, unos 300 políticos en España están sentenciados, investigados o a la espera de resolución judicial por casos de corrupción.

Y la respuesta política no es la que cabría esperar, ni siquiera la que correspondería a un líder político. Tanto PP como PSOE han callado o desviado la atención en los casos que le afectaban o se han cebado en los casos del partido contrario sin tener la misma vara de medir con sus propias filas. Del «no me consta» como si hubiera mucho que esconder del PP, al «acudiremos a los tribunales» que propugna ahora el PSOE en el último escándalo (Bárcenas) mientras todavía esperamos esa misma contundencia, por poner un ejemplo, con los ERE andaluces. Y, mientras, los ciudadanos de ‘a pie’ vemos cómo se nos recortan servicios básicos, en muchos casos pasamos hambre y vemos nuestro futuro y el de nuestros hijos más negro que el dinero de los sobres con sobresueldos de los políticos.

El sistema está podrido. Lleva podrido muchos años. No sólo en las esferas políticas, en las judiciales, en las empresariales, en las sociales…, nada se escapa a la ‘contabilidad B’. Y no sólo por dinero. Muchas veces por conservar estatus, trabajos, amigos…, en definitiva, por poder. No entendemos indultos judiciales, nombramientos en puestos públicos o en privados de cargos públicos, tratos a banqueros, instituciones públicas que no regulan. Todo por hacer ‘business’.

España ha vivido toda la democracia entre pagos de comisiones, favores y subvenciones que se han usado para asegurar votos y poder.

¿Es este el país que hemos construido los españoles?  O simplemente es que los españoles no hemos construido nada. Los constructores del Estado han sido los políticos, grandes empresarios y banqueros que se han construido un país a su medida para tener poder y dinero. Y cuando las cosas se ponen feas y hay que corregir todos los males, el ‘pato’ lo pagamos los ciudadanos que ni tenemos cuentas en Suiza, ni amigos en instituciones, ni acceso a cuentas bancarias de dinero que no es el propio. España huele a podrido y nuestro sistema está ideado para tapar ese olor pero no para eliminarlo.

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